El mestizaje con mujeres aborígenes dio lugar al núcleo primario de criollos que junto a otros factores humanos constituyeron posteriormente la nacionalidad cubana. Los hombres españoles fueron el otro ingrediente mayoritario de esa mezcla surgida durante la primera etapa de la colonia, período en el cual se asentaron en el país pocas europeas y la introducción de esclavos africanos no se caracterizaba por la masividad que alcanzó a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se inició el desarrollo vertiginoso de las plantaciones azucareras.
En los primeros tres siglos después de la conquista, predominaron las familias criollas descendientes de mujeres aborígenes. Esto se puede inferir de los estudios genéticos y de las cifras históricas de población e inmigración. Una investigación realizada por Marcheco et. al. demuestra que en la actualidad el 34.5% de los cubanos proceden de una madre ancestral nativo americana, proporción que en algunas provincias se acerca al 60%1. Esta proporción resulta extraordinariamente elevada si tenemos en cuenta que la población de Cuba que en 1774 era de 172 600 habitantes, experimentó posteriormente la introducción de 750 mil esclavos africanos, más de un millón de inmigrantes europeos y antillanos y alrededor de 125 mil asiáticos2.
En esos trescientos años se delinearon muchas de las características de la cubanidad, aunque la nacionalidad no fraguó hasta mediados del siglo XIX o incluso en fechas posteriores, como sostienen algunos investigadores. Muchas de las pautas de conducta (costumbres, usos, tradiciones, hábitos), símbolos, significados compartidos y convenciones culturales que caracterizan a los cubanos tuvieron que originarse en ese ambiente familiar conectado por línea materna con la sociedad comunitaria aborigen. Recordemos que la familia es el agente de socialización más importante en la vida de un individuo, no sólo porque es el primer agente, sino porque se constituye en el nexo entre el individuo y la sociedad3.
Además, en las comunidades rurales y poblados pequeños que aparecieron en esta etapa, muchos de ellos surgidos en antiguos asentamientos aborígenes como resultado de su integración en el sistema latifundista de hatos y corrales, entre los vecinos subsistieron –en nuevas formas- los vínculos de ayuda mutua que caracterizaban la sociedad comunitaria, dando lugar a un importante rasgo distintivo de la cubanidad. Este ambiente debió favorecer también la transmisión de otros rasgos culturales de procedencia indocubana.
Al valorar las razones de que la herencia aborigen haya sido hasta ahora en gran medida inadvertida, deben tenerse en cuenta los siguientes factores: siempre pudimos compararnos con los españoles, pues hasta el siglo XX se mantuvo la inmigración desde el país ibérico; lo mismo ocurrió con los originarios de África, ya que hasta el siglo XIX no desapareció el tráfico de esclavos. Esa comparación contribuyó a la conciencia de nuestra identidad, de aquello que nos diferenciaba de los otros y de lo que había de ellos en nosotros. Quizás esa sea la razón principal del éxito de los personajes del teatro bufo cubano: el negrito, el gallego, la mulata y el guajiro. Sin embargo, la raíz aborigen, una vez mezclada, no podía ser contrastada por la ausencia de referentes.
Además, desde el mismo inicio de la conquista y durante toda la etapa colonial, los españoles fomentaron una actitud rascista hacia los aborígenes. Los identificaron con el atraso y la incultura, e incluso promovieron la falsa idea de su extinción total. Por tal razón, los mestizos de esa procedencia ocultaban su orígen y no cultivaban conscientemente las tradiciones heredadas de sus ancestros por la rama materna. Todas las instituciones coloniales, incluída la iglesia católica, conspiraron para imponer su ideología y apartar e invisibilizar la cultura indocubana.
En este trabajo pretendemos demostrar, mediante el análisis de la etimología del vocablo yaya, cómo, todavía hoy, resuena en los hogares cubanos la voz de la madre ancestral aborigen, prueba viva de la herencia indocubana.
El Diccionario de la lengua española de la RAE recoge el vocablo yaya de la siguiente forma:
yaya. f. 1. infant. Chile, Cuba y Perú. Herida cutánea. ║2. coloq. Chile. Defecto físico o moral, que puede ocasionar a quien lo sufre de molestias o perjuicios.║ 3. Col. y Perú. Cierta especie de ácaro. ║ 4. Cuba y R. Dom. Árbol de la familia de las anonáceas, con tronco recto y delgado, hojas lanceoladas, lampiñas, flores blancuzcas y madera flexible y fuerte. ║5. Perú. Pequeña falla o defecto en el acabado de un producto, que determina su venta a bajo precio. ■ ~ cimarrona. f. Cuba. Árbol que tiene tronco muy ramoso, hojas oblongas y brillantes, flores amarillas, pequeñas, solitarias en la axila de las hojas y cuyo fruto sirve de alimento al ganado de cerda4.
Las voces homófonas y homógrafas tambien recogidas en el Diccionario de la lengua española con los significados de ‘mujer que se dedica a cuidar niños’ (usada en Filipinas) y ‘abuela’ (de origen incaico), no serán analizadas.
Los lexicógrafos cubanos del siglo XIX y primeras dos décadas del XX, no recogieron el vocablo yaya con el significado de ‘herida cutánea’ en el español de Cuba y sí lo hicieron para las acepciones que nombran especies de árboles. En nuestra opinión, esto se vincula al supuesto carácter infantil de la voz cuando es utilizada en su primera acepción.
Bachiller y Morales, al igual que el puertoriqueño Cayetano Coll y Coste, mencionan que los aborígenes utilizaban el vocablo yaya para nombrar las bubas, en especial la sifilíticas5,6. Ya en el año 1665 Raymond Breton había recogido el vocablo entre los caribes de las Antillas menores con ese mismo significado7.
En 1881, Rufino José Cuervo incluyó yaya con los significados de ‘llaga’ y ‘cierta especie de ácaro’, en su Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, lo cual evidencia que en Colombia también se utiliza esta voz en su acepción de ‘herida cutánea’. Además, realizó la conjetura de que su origen es indígena8.
En 1904, el chileno Rodolfo Lenz, registra el vocablo yaya en su Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de las lenguas indígenas americanas con el significado de ‘lenguaje de niños chicos, dolencia o lastimadura insignificante de niños chicos’. Este autor pone en duda que provenga del quechua, teniendo en cuenta que en Colombia, donde también se utiliza la voz, esa lengua “no parece estar en uso”9.
En 1923, Fernando Ortíz incluye yaya en su obra, Un catauro de cubanismos, donde apunta:
Yaya.- Daño, dolor, en lenguaje familiar. Según Coll y Toste, yaya era el nombre dado por los antillanos al pénfigo sifilítico. Por extensión, ha venido a ser aquí, como en Colombia, infantilismo o vulgarismo, sinónimo de dolor. Y bien debe incluirse en un diccionario de cubanismos, como en los castellanos se incluye el sinónimo de pupa, que no es otro que el vulgarismo buba, o sea, también, el pénfigo sifilítico. Es curiosa esta derivación paralela de dos raíces distintas10.
En este trabajo vamos a partir de la hipótesis de que el vocablo yaya es de origen aruaco. La familia de lenguas aruaca estaba ampliamente extendida en el territorio de Sudamérica e influyó en otras familias de lenguas del continente, todo lo cual explica que la voz que analizamos se encuentre en una región tan extensa y en países alejados uno de otros.
Para examinar la etimología de yaya, utilizaremos, como hemos hecho en otros estudios publicados en “La otra raíz”, la técnica del estudio comparativo, dirigida a identificar similitudes léxicas y fonéticas entre el aruaco insular, lengua que hablaban nuestros aborígenes, y otras lenguas de la misma familia, principalmente el lokono de la región de las Guayanas.
C. H. de Goeje refiere los siguientes significados en lokono de ü-ya (también huia, ia, ueja): ‘esencia vital’, ‘espíritu’ (principle of life, spirit); ‘aquello por lo cual las plantas, animales y hombres difieren de la materia muerta’ (that by which plants, animals and men differ from dead matter); ‘algo etérico: sombra, imagen, aroma, etc’ (something etherical: shadow, image, aroma, etc) 11. Por su parte, el diccionario aruaco-alemán de los Hermanos Moravos señala: úeja, úejahu, ‘sombra’, imagen’. ‘espíritu’ (schatten, bild, geist) 12.
Como se aprecia, el vocablo aruaco ü-ya tiene diversos significados. En la mitología de los aborígenes agroalfareros antillanos existe un personaje nombrado Yaya. Al explica la etimología de este nombre, José Juan Arrom apunta: “en arahuaco Ia significa ‘espíritu, esencia, causa primera de la vida’. Formando un superlativo por duplicación, Yaya equivale a ‘Sumo Espíritu’ ”13.
En el caso que nos ocupa, yaya posee otro significado, aquí el vocablo ya se utiliza en aruaco insular para nombrar al ‘dolor’. Esta acepción no está recogida por las fuentes consultadas para el lokono, pero se ajusta exactamente a la descripción de “algo etérico” que no tiene naturaleza física, como la ‘sombra’ o la ‘imagen’. La reduplicación en lokono, además de indicar una mayor intensidad de un estado o una cualidad, también se utiliza para indicar repetición o pluralidad14. En este caso indica que el dolor no es momentáneo sino que persiste (se repite) en el tiempo.
Como las heridas en la piel, en particular las provocadas por la sífilis, causan el tipo de dolor prolongado que hemos descrito, fueron nombradas yaya en aruaco insular.
El análisis desarrollado hasta el momento permite explicar las acepciones primera, segunda y quinta de yaya en el Diccionario de la lengua española: ‘herida cutánea’; ‘defecto físico o moral que puede ocasionar a quien lo sufre de molestias o perjuicios’; y ‘pequeña falla o defecto en el acabado de un producto, que determina su venta a bajo precio’, respectivamente. Es evidente que la segunda y la quinta derivan de la primera.
En cuanto a la tercera acepción, ‘cierta especie de ácaro’, está relacionada con especies de estos insectos que ocasionan heridas dolorosas en la piel. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, aporta más detalles en la descripción del ácaro nombrado yaya en Colombia y Perú: “Ácaro muy pequeño de color rojo, que se adhiere a la piel de las personas y de los mamiferos, causando mucho escozor en todo el cuerpo (Trombidiidae, Trombidium americanum)”15.
El lexicógrafo cubano, Esteban Pichardo, recoge en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, los vocablos biyaya y cayaya, ambos procedentes del aruaco insular. El primero es un sinónimo de bibijagua, una especie de hormiga, y es utilizado en sentido metafórico para nombrar a una persona muy diligente, activa e industriosa16; en cuanto al segundo, Pichardo señala que existe un tipo de planta silvestre que tiene una frutilla que retrata perfectamente a la bolsa que forma bajo la piel la nigua, por lo que en algunas partes de Cuba de le da ese nombre17. Este hecho sugiere que cayaya es sinónimo de nigua, insecto con nombre tambien aborigen, parecido a la pulga pero más pequeño, cuyas hembras fecundadas penetran bajo la piel de los animales y el hombre, donde depositan sus huevos, lo que ocasiona picazón y úlceras graves.
Es lógico suponer que los nombres de la biyaya y de la cayaya, con el morfema yaya en su estructura, están motivados por las dolorosas afecciones que provocan la bibijagua al picar y la nigua al penetrar la piel.
El cronista Fernández de Oviedo hace refererencia a una variedad de piña (Ananas comosus) nombrada yayama por los aborígenes18. Como es conocido, las hojas de la piña tienen espinas que dificultan alcanzar el fruto que se encuentra en el centro.de la planta. Su recolección sin protección implica el riesgo de pinchazos y heridas, lo cual parece explicar el nombre.
Por último, la cuarta acepción de yaya, ‘árbol de la familia de las anonáceas, con tronco recto y delgado, hojas lanceoladas, lampiñas, flores blancuzcas y madera flexible y fuerte’, está motivada por las heridas cutáneas que provocan los cujes o látigos improvisados con sus ramas, las mejores para ese propósito, según refiere Pichardo19.
En los hogares cubanos, las madres pronuncian una frase típica para consolar a sus pequeños que se han hecho daño: “pobrecito el niño que se hizo una yaya”20. Es la voz de la madre ancestral aborigen que durante cinco siglos se ha trasmitido de generación en generación y es un ejemplo de cómo subsisten, aún sin ser advertidos, los vínculos que nos unen con nuestros ancestros de esa procedencia.
Las investigaciones sobre la cultura y la identidad cubana deben avanzar mucho todavía en el estudio del legado aborigen. En ese sentido, los resultados del presente trabajo son sólo una pequeña muestra de lo que es posible hacer.
Referencias
- Marcheco-Teruel B, Parra EJ, Fuentes-Smith E, Salas A, Buttenschøn HN, et al. 2014. Cuba: Exploring the History of Admixture and the Genetic Basis of Pigmentation Using Autosomal and Uniparental Markers. PLoS Genet 10(7): e1004488. doi:10.1371/journal.pgen.1004488.
- Centro de Estudios Demográficos.1974. La población de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales. Instituto Cubano del Libro.
- Rodríguez Pérez, Antonio. 2007. “Principales modelos de socialización familiar”. En Foro de educación no.9. Páginas 91-97. www.forodeeducacion.com
- Real Academia Española. 2014. Diccionario de la lengua española. Vigesimo tercera edición. Edición del tricentenario.
- Bachiller y Morales, Antonio. 1883. Cuba primitiva. Origen, lengua, tradiciones e historia de los indios de las Antillas Mayores y las Lucayas.
- Coll y Toste, Cayetano. 1907. Prehistoria de Puerto Rico. Editorial Vasco Americana, S. A. Bilbao (España). Páginas 259-260.
- Breton, Raymond. 1999. Dictionnaire caraïbe-français. Ediciones KARTHALA. Página 240. http://www.karthala.com.
- Cuervo, Rufino José. 1881. Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Tercera edición. Bogotá. Página 585.
- Lenz, Rodolfo. 1904. Diccionario etimolójico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas. Santiago de Chile. Páginas 886-887.
- Ortíz, Fernando. 1923. Un catauro de cubanismos. Apuntes lexicográficos. Extracto de la “Revista bimestre cubana”. La Habana. Página 37.
- Goeje, C. H. de.1928. The Arawak Languaje of Guiana. Cambridge University Press. www.cambridge.org. Páginas 45, 203-204.
- Hermanos Moravos. 1882. Arawakisch-Deutches Wörterbuch, Abschrift eines im Besitze der Herrnhuter Bruder-Unität bei Zittau sich befindlichen-Manuscriptes. En Grammaires et Vocabulaires Roucouyene, Arrouague, Piapoco et D’autre Langues de la Région des Guyanes, par MM. J. Crevaux, P. Sagot, L. Adam. Paris, Maisonneuve et Cie, Libraries-Editeurs. Página 157. Copia digital descargada de: http://books.google.com.
- Pané, fray Ramón. 1990. Relación acerca de las antiguedades de los indios (nueva versión con notas, mapas y apéndices de José Juan Arrom). Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. Página 67.
- Goeje, C. H. de.1928. Obra citada. Página 133.
- Asociación de Academias de la Lengua Española. 2010. Diccionario de americanismos. www.asale.org.
- Pichardo, Esteban. 1875. Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas. Cuarta edición. Imprenta El Trabajo. La Habana. Página 44.
- Pichardo, Esteban. 1875. Obra citada. Página 82.
- Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1851. Historia general y natural de las Indias. Imprenta de la Real Academia de Historia. Madrid. Primera parte. Libro VII. Capítulo XIV. Página 280.
- Pichardo, Esteban. 1875. Obra citada. Páginas 377-378.
- Trista Pérez, Antonia María y Cárdenas Molina, Gisela. 2016. Diccionario ejemplificado del español de Cuba. Editorial Ciencias Sociales y el Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana. Tomo II.