El aporte aborigen a las expresiones de religiosidad popular en Cuba, es el menos visible entre el legado de las tres raíces principales de la cubanidad; no obstante, él existe  y se expresa a través de manifestaciones en su mayor parte sincréticas: el símbolo y leyenda de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba1; el espiritismo de cordón2;  el empleo de las maracas y del tabaco en ritos religiosos afrocubanos; los mitos, como el Güije o Jigüe, el .Cagüeiro y la Madre de aguas3.

Los dioses o cemíes aborígenes no sobrevivieron el tsunami de represión, discriminación y olvido generado por la conquista española. De ellos, posiblemente Atabeira, también conocida como Atabey, la madre ancestral, es la que ha dejado una marca más visible en la cultura cubana; en primer lugar debido a que se asocia, junto a la María cristiana y la Ochún yoruba, con el surgimiento de la leyenda y símbolo de la Virgen de la Caridad del Cobre; pero también porque su nombre y su mito tienen un atractivo especial, de naturaleza no totalmente definida, pero sin duda relacionado con la intuición, más que la conciencia, del legado de nuestras raíces indígenas: uno de cada tres cubanos procede de una madre ancestral aborigen, según confirma la ciencia4. Esto quizás explique los motivos por los que un reparto de La Habana, un hotel y un restaurante, entre otros lugares, llevan su nombre, e incluso que se haya compuesto una obra musical electroacústica inspirada en ella5.

Pero, ¿quién es en realidad esta diosa? ¿qué sabemos de ella? La información más confiable proviene de fray Ramón Pané, religioso catalán de la orden de los Jerónimos, comisionado por Cristobal Colón para “aprender y saber de las creencias e idolatrías de los indios”, quien aprendió algo de su idioma y vivió entre ellos varios años, durante los cuales escribió la “Relación acerca de las antiguedades de los indios”, unica fuente directa sobre la religión de los aborígenes aruacos de las Antillas, cuyo original no se conservó y ha llegado al presente a través de traducciones y resúmenes. En ella el fraile señala:

Cada uno, al adorar los ídolos que tienen en casa, llamados por ellos cemíes, observa un particular modo y superstición. Creen que está en el cielo y es inmortal, y que nadie puede verlo, y que tiene madre, mas no tiene principio, y a éste llaman Yúcahu Bagua Maórocoti, y a su madre llaman Atabey, Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco, que son cinco nornbres6.

De este extracto podemos realizar las siguientes conclusiones:

a) Atabeira es la primigenia entre los cemíes aborígenes, la de mayor “edad”, cualidad asociada con el estatus y formas de tratamiento dentro de la cultura de los pueblos aruacos, como más adelante veremos.

b) Es también la primera madre, lo cual apunta a su relación con la fecundidad, la fertilidad y el parto. El hecho de que sea la progenitora de Yucahu Bagua Maórocoti, cemí responsable de la fertilidad de las cosechas, sugiere que sea el complemento opuesto de éste, el principio fértil femenino7.

Otros indicios provenientes de la arqueología y las crónicas de Indias, también parecen confirmar estos atributos de la diosa:

Pequeños ídolos de barro que representan mujeres grávidas y que son atribuidos a Atabeira, han sido encontrados en la región oriental de Cuba. Según refieren Guarch y Querejeta, se conservaban en los bohíos o caneyes y se utilizaban para facilitar el parto de las mujeres8. Esto coincide con una observación de Cristobal Colón, recogida por su hijo Fernando en la biografía del Almirante:

La mayor parte de los caciques tienen tres piedras, a las cuales ellos y su gente tienen gran devoción. La una, dicen que es buena para los cereales y las legumbres que han sembrado; la otra, para parir las mujeres sin dolor, y la tercera para el agua y el sol cuando hacen falta9.

Fray Ramón Pané también menciona los cemíes que facilitan el parto de las mujeres:

Los cemíes de piedra son de diversas hechuras. Hay algunos que (…) son los mejores para hacer parir a las mujeres preñadas10.

Sobre la base de la etimología de los nombres de Atabeira, realizada por Daniel G. Brinton y José Juan Arrom, se ha propuesto que debió tener relación también con las aguas, la luna, las mareas y la menstruación11. Sin embargo, el análisis etimológico de los nombres de la diosa que realizaron estos estudiosos es parcial y no concluyente, lo cual evidencia la necesidad de una nueva revisión del tema a la luz de los avances en el estudio de las lenguas aruacas. Precisamente ese es el propósito del presente trabajo.

Daniel G. Brinton fue un arqueólogo, etnólogo y lingüista estadounidense del siglo XIX. En 1871 publicó un extenso artículo titulado The Arawak language of Guiana and its linguistic and ethnological relations, donde se demostró por primera vez la relación entre el lokono de las Guayanas y las lenguas que hablaban los aborígenes de las Antillas Mayores y las Bahamas. A este artículo pertenece su propuesta de etimología sobre el nombre de Atabeira.

El mérito de esta obra de Brinton, un clásico de la lingüística comparativa de las Américas, es indiscutible. Sin embargo, sus propuestas de etimología no siempre son acertadas. Así lo apreció C. H. de Goeje, un reconocido investigador holandés, quien, con el aval de más de tres décadas de estudio de las lenguas aruacas, señaló: “Brinton consiguió establecer las afinidades entre el taíno y el aruaco de la Guyana, pero sus etimologías son a menudo erróneas” (Brinton a réussi à constater des affinités entre le Taino et l’Arawak de la Guyane, mais ses étymologies sont souvent erron)12.

Para su análisis del nombre de Atabeira, Brinton se apoya en un pasaje de la mitología de las Guayanas, recogido durante la primera mitad del siglo XIX por el misionero inglés W. H. Brett, el cual trata sobre Orehu, la Madre de aguas, una deidad femenina que el etnólogo estadounidense compara con la diosa aruaca insular. A continuación reproducimos, en la traducción realizada por José Juan Arrom, el mencionado pasaje y la propuesta de etimología que aparecen en el artículo de Brinton:

Hace mucho tiempo los hombres vivían sin tener medios para propiciar a esta deidad invisible [Yauhahu]; no sabían evitar su ira ni ganarse su buena voluntad. En aquellos tiempos los arahuacos no vivían en Guayana, sino en una isla hacia el norte. Un día un hombre llamado Arawanili caminaba junto al mar, angustiado por la ignorancia y sufrimiento de su nación. De pronto el espíritu de las aguas, la mujer llamada Orehu, surgió de las olas y le habló. Le enseño los misterios de los semici, los ritos mágicos que agradan y controlan a Yauhahu y le regaló la maraca, la calabaza sagrada que contiene piedrecillas blancas que ellos hacen sonar en sus conjuros, y cuyo sonido convoca a los seres del mundo invisible. Arawanili trasmitió fielmente a su pueblo todo lo que Orehu le dijo y de este modo lo salvó de su desdicha. Cuando después de una vida llena de sabiduría y de buenas obras le llegó la hora de partir, “no murió, sino que ascendió”.

[…]

Los nombres propios que aparecen en estos mitos datan de los primeros tiempos de la existencia de los arahuacos como tribu independiente, y no son facilmente analizables mediante el idioma tal como ahora se habla. La voz haitiana Yocauna en verdad parece ser idéntica a la moderna Yauhahu. Atabex o Attabeira probablemente se deriva de itabo ‘lago’ o ‘laguna’ y era, ‘agua’ (ésta última sólo en voces compuestas como hurruru ‘monte’ y era ‘agua’,  agua-del-monte, es decir ‘manatial’ o ‘fuente) y en algunas de sus funciones corresponde a Orehu13.

En el fragmento reproducido se aprecia que Brinton identifica al Yauhahu aruaco continental con el cemí aruaco insular Yucahu Bagua Maórocoti (lo nombra Yocauna siguiendo a la forma en que lo registró Pedro Mártir de Anglería), pero en la mitología de los aruacos de las Guayanas, Yauhahu es un término genérico para los espíritus del bosque o espíritus de las malezas que hacen daño o enferman a las personas y su nombre es utilizado en las traducciones de la biblia para nombrar al diablo y los espíritus impuros, como resume de diversas fuentes C. H. de Goeje, quien también señala que el nombre significa “el que vaga por el espacio”14, todo lo cual se diferencia radicalmente de lo que sabemos sobre Yucahu Bagua Maórocoti, deidad principal de la mitología aruaca insular que vive en el cielo y es un cemí fructífero que promueve la fertilidad y la fecundidad15.

 Brinton también identifica en Atabeira algunas de las funciones de Orehu, lo cual lo conduce a suponer que la primera, al igual que la segunda, es un ser acuático y a basar su propuesta de etimología en esta hipótesis. Sin embargo, la naturaleza acuática de Orehu no coincide con lo que se conoce sobre Atabey ni con la iconografía antillana asociada a esta diosa.

En Cuba, el mito de la Madre de aguas fue estudiado por Samuel Feijóo, destacado escritor e investigador del folclore campesino, quien en su obra, Mitología cubana, publicada en 1980, lo incluye, por sus valores y extensión, dentro de la mitología cubana mayor. Este autor señala el origen amerindio del mito y refiere que:

En Cuba, en términos generales, la Madre de aguas ni es sirena ni es diosa, ni es espíritu atrayente y terrible de las aguas. En Cuba la Madre de aguas es, repetimos, un enorme majá, agresivo o no, maligno o no, silbante, y relativamente bienechor porque mantiene las aguas corrientes donde quiera que las habita 16.

En determinadas versiones del mito amazónico, Orehu también es una serpiente, como se puede apreciar en la referida obra de Feijóo17 y  en la de C. H. de Goeje, The Arawak Language of Guiana18.

En cuanto a la propuesta misma de etimología de Brinton, encontramos que era no significa ‘agua’ en lokono (lengua aruaca de las Guayanas), sino ‘jugo’19 y el vocablo para agua en esa misma lengua es: oni-abu, oini, wuni-abu20. La expresión hurruru-era no significa literalmente ‘agua-del-monte’, sino ‘jugo del monte’ o ‘jugo de la tierra’ y parece ser una expresión con sentido figurado para referirse al ‘manatial’ o la ‘fuente’. Como hemos señalado en otros trabajos, tanto el lokono como el aruaco insular hacen uso frecuente del sentido figurado con construcciones incluso poéticas en determinadas ocasiones21.

Por su parte, la semejanza fonética de itabo con Atabey es parcial y no se aprecia otra razón que permita vincular ambos vocablos. El sesgo en el análisis se origina en su vínculo forzado con la mencionada hipótesis sobre la naturaleza acuática de Atabeira.

Por último, la expresión ‘jugo del lago’ o ‘jugo de la laguna’ que resultaría de la etimología de Brinton, no parece tener sentido ni corresponder al nombre de Atabeira.

El eminente pedagogo e investigador cubano José Juan Arrom, publicó en 1975 su importante obra, Mitología y artes prehispánicas de las Antillas, sobre la cual el arqueólogo puertoriqueño José R. Oliver señala:

Es una de las primeras investigaciones sobre la religión taína que trata de reconciliar la documentacion etnohistórica, lingüística y arqueológica” (…)  “fue [Arrom] el primero que logró establecer -en forma convincente- una  correspondencia de los 12 personajes cemíes con objetos específicos arqueológicos provenientes de las Antillas Mayores”22.

En esa obra, Arrom, después de examinar la etimología de Brinton, hace la siguiente propuesta:

En efecto, itabo es un término que todavía se utiliza en las Antillas con el sentido de “charco o depósito de agua dulce y limpia …con manatiales que salen del fondo”. Y en la etimología propuesta por Brinton lo importante sería subrayar la presencia de aguas clara que fluyen del fondo. Pero la raíz que entra en la composición de Attabeira también pudiera haber sido atté, attette, registrada en varios vocabularios arahuacos como vocativo de ‘madre’. Según esos vocabularios, es un término que usan los niños para llamar a su mamá y también los mayores para dirigirse a una anciana. Atté equivale a ‘mama’, ‘mamita’ y también como señal de respeto, a ‘madre’, señora’. Y esa raíz, modificada por el sufijo ligado que Brinton menciona, vendría a darnos ‘Madre de las aguas’, es decir el mismo nombre de la figura mítica que aparece en las otras teogonías amerindias23.

En nuestra opinión, esta variante de etimología acierta en lo que la diferencia de Brinton, pero yerra en lo que comparte con él: efectivamente, el vocablo atte o attete, ‘madre’ se corresponde con el más importante atributo de Atabey y fonéticamente parece ajustarse dentro de la estructura del nombre. Sobre el resto de la propuesta, ya expusimos los elementos por los cuales la consideramos equivocada.

Arrom también realiza el análisis de un segundo nombre de la diosa, guacar, y expone lo siguiente:

Guacar parece componerse de dos semantemas. Wa es el prefijo pronominal que en lenguas arahuacas significa ‘nuestro, nuestra’. Y kar tal vez haya sido una forma apocopada de kattikairi ‘luna, mes’, término compuesto a su vez por ka ‘fuerza’ e iri ‘marea, menstruación’. De haber correspondido aquel término a las formas que se acaban de mencionar, Atabey, Attabeira ‘la Madre de las Aguas’ también pudo haber sido una divinidad relacionada con la luna, las mareas y la menstruación.

Estos análisis tienen, por supuesto, un carácter hipotético. Pero es muy significativo que todos converjan hacia la misma idea central de una deidad femenina relacionda con la maternidad24.

Parece ser una tendencia en distintas propuestas de etimología de vocablos del aruaco insular, asignar automáticamente el significado de ‘nosotros’ al morfema gua (wa)sin considerar otras posibilidades. En realidad, ‘nosotros’ es sólo una acepción de uno de los diversos significados que posee este morfema tanto en aruaco insular como en lokono25. Es cierto que la acepción ‘nosotros’ se utiliza con frecuencia, pero existen numerosos ejemplos donde ello no es así, tema al cual dedicaremos un próximo trabajo. En el caso que nos ocupa, el morfema gua (wa) en la estructura del vocablo guacar también tiene un significado distinto a ‘nosotros’, lo cual examinaremos más adelante en nuestra propuesta de etimología.

En cuanto a la posible relación de Atabeira con la luna, esta última es un personaje masculino en la mitología de los aruacos, lo cual hace improbable tal vínculo. El propio Arrom incluye en su obra de 1975 un leyenda según la cual la luna embarazó a una joven a quien visitaba de incognito por la noche. La madre de la muchacha tiznó la cara del amante con hollín y por eso la luna tiene manchas26. Estos elementos indican que es improbable el supuesto significado de ‘nuestra luna’ correspondiente  a la etimología planteada.

La realización de una propuesta de etimología de los nombres de Atabeira se enfrenta a varias dificultades. Como señalamos anteriormente, el original de Pané, escrito entre 1495 y 1498, no se conservó y su obra ha llegado al presente a través de traducciones y resúmenes: Pedro Mártir de Anglería realizó un compendio en latín en una carta dirigida al cardenal Ludovico de Aragón, publicada en 1504; Bartolomé de Las Casas hizo un extracto que incluyó en su Apologética historia de las Indias; Fernando Colón, el hijo del Almirante, la incluyó en su totalidad en la biografía de su padre, escrita en español, pero murió en 1539 y la dejó inédita; de ella hizo una traducción al italiano Alfonso de Ulloa en 1571. El manuscrito de Fernando Colón también se perdió, por lo que en la actualidad se conocen sólo las mencionadas versiones de Ulloa, Anglería y Las Casas27.

Las formas en que fueron registrados los nombres de Atabeira en estas versiones (Tabla 1) y las diferencias entre ellas, fueron comentadas por Arrom de la siguiente forma: “La evidente corrupción de los textos, con variantes que a veces es casi imposible relacionar entre sí, hace difícil y arriesgada la tarea de intentar el análisis lingüístico de dichos nombres”28.

Tabla 1

Los nombres de Atabeira según Alfonso de Ulloa, Pedro Mártir de Anglería y Bartolomé de Las Casas29.

No obstante, dentro de estas variantes se puede apreciar que la de Anglería es la más completa y dentro de ella están recogidos todos los segmentos presentes en las otras dos (Tabla 2). Anglería era un científico de su época y no puede ser acusado de  inventar o imaginar contenido inexistente en el texto. Además, fue el primero en acceder al manuscrito que debió estar en ese momento en mejor estado de conservación.

Tabla 2

Segmentos de los nombres de Atabeira ordenados según la variante de Anglería

Sobre la base de estas consideraciones, seleccionamos a la variante de Anglería como principal para el análisis lingüístico, aunque también utilizamos la de Ulloa en la identificación de los vocablos del aruaco insular y sus cognados del lokono.

El primer vocablo es Attabeira. Coincidimos con Arrom que el morfema atta corresponde al vocativo lokono Atte o Attete, ‘madre’, una carácterística principal que identifica a la diosa, lo cual explica que sea la primera que se mencione.

Como señala Arrom, Attete también se utiliza en señal de respeto para dirigirse a las mujeres mayores, lo cual coincide con otra característica principal de Atabey: su cualidad de espíritu primigenio. Los aruacos se dirigían a sus mayores con un especial respeto y otro vocativo frecuentemente utilizado para ello es el vocablo bébe o ebébe. Sus significados en lokono se presentan en la Tabla 3.

Tabla 3

Significados en lokono de bébe y ebébe.

Los aruacos eran tan rigurosos en el tratamiento respetuoso a los mayores que incluso entre el ganado identificaban al animal mayor y lo llamaban ebebe, y notaban con mucha precisión si las personas eran mayores o menores aunque fuera por una semana o un día, costumbre que relata el misionero de los Hermanos Moravos Christlieb Quandt, quien la observó en Surinam durante el siglo XVIII33.

Si eran así en su trato general, ¿qué cabe esperar en relación con la diosa primigenia? Por supuesto que el vocativo honorífico ebébe debe ser, en alguna forma, parte de su nombre.

En un trabajo anterior, analizamos como ebébe o bébe se encuentra en la estructura del topónimo Guanahatabibes, de la denominación étnica guanahatabey y el antropónimo Guanahatabenequena34.

El sufijo –ey. es una forma relacionada con la del lokono oyo, iyu, ‘madre’ (en este caso no es vocativo) 35. La antigua sociedad aruaca se subdividía en familias y clanes matrilineales, donde “se considera que un niño pertenece al clan de su madre, y un hombre que se casa se convierte en súbdito de su suegro”36. En ese sentido, –ey significa ‘de la familia’, de la estirpe’, ‘de la clase’, ‘de la tribu’.

De tal forma, bébe, ‘mayor’ + –ey, ‘de la estirpe’ = bey, ‘de la estirpe de los mayores’, ‘ancestral’, donde se produce la reducción de una sílaba (be) en el nuevo vocablo. Compárese con el vocablo lokono hebeyo, ‘ancestro’37,  el cual está compuesto por los morfemas hebe, ‘viejo’38 (se aplica a los seres vivos) + –yo, ‘madre’. Ebebe y hebe son dos vocablos de etimología estrechamente relacionada.

De esta forma llegamos al significado de Atabey, ‘madre ancestral’.

En cuanto a –ra, en este caso es una partícula enfática femenina, la cual se utiliza en lokono por las mujeres o para dirigirse a ellas. En la Tabla 4 presentamos algunos ejemplos recogidos por C. H. de Goeje.

Tabla 4

Ejemplos de empleo en lokono de la partícula enfática femenina –ra39

La presencia de esta partícula en la estructura del nombre de Atabeira revela que nos estamos dirigiendo a la diosa.

Para finalizar el análisis lingüístico del vocablo Atabeira, es necesaria una precisión. Como apunta Oliver, “en muchos mitos suramericanos las mujeres frecuentemente se representan como criaturas con cualidades de pez, anfibio, o reptil, de animales directamente asociados con el medio acuatico y humedo”40. Esto también se expresa en la lengua: C. H. de Goeje refiere que el fonema /t/ es utilizado en vocablos del lokono que indican el género femenino, pero también describe la acción de “fluir” (ite, ‘sangre’, a-ti, ‘beber’, etc), y el sufijo –ra que se utiliza en frases dirigidas a mujeres o pronunciadas por ellas, también aparece en conexión con fluídos41.

El fonema /t/ y el sufijo -ra se encuentran en el nombre de Atabeira, lo cual de cierta forma motivó la propuesta de Brinton; sin embargo, el análisis revela que su presencia obedece a que nombramos a una mujer y no a los supuestos atributos acuáticos de la diosa.

El siguiente vocablo en la variante de Anglería es Mamona. En lokono existe la raíz amona o amuna a partir de la cual se crean varios vocablos que se presentan en la Tabla 5. Prestemos atención a dos de ellos: kamonáikan, ‘ser pobre’ y mamonáikattîn, ‘no ser pobre’, ‘ser rico’. En el primero, está presente el prefijo atributivo ka y en el segundo, el prefijo privativo ma. En ambos casos se elimina un fonema /a/ por elisión al formarse la palabra. Estos prefijos son distintivos de las lenguas aruacas. El primero indica la presencia de algo y el segundo, la ausencia.

Ahora podemos concluir que la raíz amona / amuna significa ‘pobreza’ y posiblemente también ‘tristeza’, dos conceptos sin duda relacionados entre sí en la antigua cultura aruaca. Así pues, mamona significa ‘abundancia’ y posiblemente también esté relacionado con el concepto de ‘felicidad’. La pobreza, en una sociedad donde no existía el dinero y los bienes se repartían de forma igualitaria, fundamentalmente obedecía a contingencias, como malas cosechas y desastres naturales.

Tabla 5

Vocablos lokonos con la raíz amuna / amona42, 43.

El tercer vocablo de la variante de Anglería es Guacarapita. Vamos a dividirlo para su análisis en dos segmentos: guacar y apito. Como se aprecia, el segundo aparece en la forma recogida por la variante de Ulloa.

El segmento guacar no parece corresponderse con el aruaco insular, donde los vocablos, como señala el lingüista e investigador cubano, Sergio Valdés Bernal, “están formados por silabas abiertas, es decir terminadas en vocales”. Como posible cognado lokono encontramos el vocablo registrado por C. H. de Goeje como wakarra, wakorra, ‘ser flaco’, ‘languidecer’44 y por los Hermanos Moravos como wákarran ‘ser flaco’45. C. H. de Goeje apunta que el morfema wa en esta palabra significa ‘contraído’46, uno de los numerosos casos en que difiere de ‘nosotros’.

En cuanto a apito, vamos a considerar que su estructura está integrada por la raíz api y el sufijo –to. Aquí se produce una excepción donde el aruaco insular difiere del lokono. En el protoaruaco que originó la familia de lenguas aruacas, apɨ significa ‘hueso’, según registran diversos autores, entre ellos David L. Payne47. Muchas lenguas de la familia conservaron formas del vocablo muy parecidas a la del protoaruaco, incluído el aruaco insular, pero en lokono esta palabra adoptó la forma de abona48. En cuanto al sufijo –to / –tu, como explicamos en una trabajo anterior49, es una forma del vocablo oto (también utu, otu, uttu), el cual significa ‘hija’50. Tiene entre sus funciones, formar adjetivos sustantivados y adjetivos atributivos. Veamos algunos ejemplos en lokono51, 52.

  1. ipirun, ‘ser grande’; ipirutu, ‘algo grande’.
  2. wádin, ‘ser largo’; wáditu, ‘algo largo’.
  3. ikihi, ‘fuego’; ikihi-tu kaspara, ‘espada ardiente’.
  4. sa, ‘bueno’, ‘santo’; sa-tu ajia-hu, ‘santa palabra’, ‘el evangelio’.

Así pues, api, ‘hueso’ + -to, (sufijo formador de adjetivos sustantivados) = apito, ‘huesudo’.

Al integrar los significados encontrados en el vocablo compuesto, obtenemos: guacara, ‘flaco’ + apito, ‘huesudo’ = guacarapito, ‘flaco-huesudo’.

Los huesos en la cultura agroalfarera aruaca insular eran un símbolo de la muerte y de los espíritus de los antepasados, y en ocasiones se utilizaban para invocar las fuerzas de los espíritus formando parte de los ídolos53. El arte religioso que desarrollaron está lleno de imágenes esqueletizadas, entre ellas la de algunos ídolos que se atribuyen a Atabey (Figura 1), los cuales exhiben huesos en el torax simbolizando su antigüedad y su condición de madre primigenia o ancestral, de primer antepasado de todos los espíritus. Estos elementos de juicio permiten comprender las razones de llamar a la diosa “flaca-huesuda”.

El próximo vocablo es Iiella, del cual se reconoce su cognado lokono üya, también huia, ia, ueja úeja, úejahu, registrado por los hermanos Moravos54 y C. H. de Goeje55 con varios significados, entre ellos, ‘espíritu’.

En el caso del último vocablo, vamos a seleccionar la forma registrada por Ulloa, Zuimaco. Apreciamos que está relacionado con el cognado lokono simaki, simaka, ‘llamar’, ‘gritar o llorar’. Willem J. A. Pet, un investigador que estudió la gramática y el léxico del lokono en Surinam, recoge en su obra, A Grammar Sketch and Lexicon of Arawak (Lokono Dian), ejemplos que ilustran las diversas formas de los pronombres personales en oraciones con empleo de este vocablo. A continuación presentamos algunos56:

  1. by-symaka-i; tu-llamar-a él; ‘tu lo llamaste’.
  2. li simaka-o; el-llamar-a nosotros; ‘el nos llamó’.
  3. ly-simaka bo; el-llamar-a tí; ‘el te llamó’.
  4. tho simaka-i; ella-llamar-a el;ella lo llamó’.
  5. thy-simaka je; ella-llamar-a ellos; ‘ella los llamó’.
  6. we simaka no; nosotros-llamar-a ella; ‘nosotros la llamamos’.
  7. wa-simaka dei; nosotros-llamar-a él; ‘nosotros lo llamamos’.

De estos ejemplos, es la forma simaka-o la que consideramos se corresponde con zuimaco. De tal forma, simaka-o en el contexto de los vocablos analizados significa ‘nos llamaste’.

Finalizado el análisis por vocablos individuales, podemos ahora recostruir los nombres de Atabeira con sus significados: ‘Madre ancestral, Espíritu flaco-huesudo de la abundancia, nos llamaste’.

Esta forma se corresponde con tres nombres: ‘Madre ancestral’, Espíritu de la abundancia’ y ‘Espíritu flaco-huesudo’. Se ha emitido la opinión de que por tener Atabey cinco nombres, su rango era mayor incluso que el de Yucahu Bagua Maórocoti. Ahora vemos que también eran tres. Cada nombre se corresponde con un atributo. En el caso de Atabey, los de madre ancestral, promotora de la fertilidad y espíritu primigenio. En el caso de Yucahu, según la etimología de Arrom, los de promotor de la fertilidad (Yucahu, ‘Espíritu de la Yuca’), espíritu del mar (Bagua, ‘Mar’) y primero entre los espíritus másculinos (Maórocoti, ‘Ser sin Antecesor Masculino’)57.

El hecho de que Atabey y Yucahu tengan la misma cantidad de nombres es consistente con la simetría en la cosmovisión de la cultura agroalfarera aruaco insular que consideraba a ambos cemíes como una dualidad.

Llama la atención de que el último vocablo no es un nombre. Evidentemente la expresión completa, incluídos los nombres, es una frase ritual que se pronunciaba muy probablemente durante la celebración de los ritos religiosos (ceremonia de la cohoba) a esta diosa. Resalta también que sea ella la que llame en vez de ser invocada, lo cual pudiera estar relacionado con el hecho de que durante la ceremonia de la cohoba los cemíes hablaban a través del cacique en trance bajo el efecto de las sustancias alucinógenas (ver entrada Yao, espacio del espíritu).

Exploremos ahora el vínculo entre los nombres de Atabey y su iconografía. En una generalización de la imagen de los ídolos que se le atribuyen, los investigadores cubanos José M. Guarch y Alejandro Querejeta realizan la siguiente descripción:

La imagen que de ella nos legaron los aruacos es la de una mujer desnuda, muchas veces encinta. Las figuras de cerámica nos la entregan con los brazos en jarras, las manos en la caderas y adornada con grandes tocados. Otras veces no se advierten brazos y son muy esquemáticas y simbólicas. Por lo general todas tienen un tamaño pequeño58.

En la figura 1 se presentan ocho imágenes de ídolos atribuídos a Atabey. Cinco de ellas (A, B, D, E y F), muestran su sexo de forma explícita, circunstancia que, según indica Oliver, permite asociarlas a las cadenas metafóricas de fertilidad y procreación femeninas59. Todas la imágenes  representan mujeres embarazadas (D, E y H), en posición de parto (G) o con abdómenes abultados (A, B, C y F), rasgos que se asocian a los mismos atributos y se expresan en los nombres de “Madre ancestral” y “Espíritu de la abundancia”.

Tres de las imágenes muestran simbólicamente su origen ancestral, antiguedad y rango a través de la representación de las costillas (B, C y F). Cuatro también manifiestan su rango mediante los tocados y ornamentos60 (A, B, C y F). Estos atributos se expresan en los nombres “Madre ancestral” y “Espíritu flaco-huesudo”.

La imagen del petroglifo del Centro Ceremonial de Caguana exhibe piernas de rana. La rana es un símbolo de fecundidad y fertilidad en la cultura agroalfarera aruaca (ver entrada Yao, espacio del espíritu), lo cual confirma que estos atributos eran asignados a Atabey.

Oliver también asocia las extremidades de rana “con el medio acuático y húmedo”61, vínculo que efectivamente existe, pero que es indirecto en el caso de Atabey, cuyos nombres no hacen referencia a ningún atributo acuático. Como bien señala este autor, otros personajes masculinos de los petroglifos de Caguana también presentan estas extremidades.

Figura 1

Algunos ídolos atribuídos a Atabey.

Nota: A. Figura en arcilla de 13 cm de alto, encontrada en el lugar conocido como Ventas de Casanova en el municipio Contramaestre, provincia de Santiago de Cuba. Colección del Museo Arqueológico. La Habana. B. Figura de barro de 17 cm de alto, encontrada en el municipio de Banes, provincia de Holguín. Colección del Museo Indocubano Baní. Ilustracion de Guarch Rojas, Juan en Valcárcel Rojas, Roberto, 200062. C. Petroglifo localizado en la cueva ceremonial del Guafe, municipio Niquero, provincia de Granma. D.Figura de Barro de aproximadamente 7 cm de altura, encontrada en el sitio de Aguas Gordas, provincia de Holguín. Colección del Museo Indocubano Baní. Ilustracion de Guarch Rojas, Juan en Valcárcel Rojas, Roberto 2000. E. Figura tabular de aproximadamente 7,5 cm de altura, encontrada en el sitio Aguas Gordas, municipio de Banes, Provincia de Holguín. Colección del Museo Indocubano de Baní. F. Petroglifo del centro ceremonial de Caguana, Puerto Rico. Imagen de Oliver J. R. 2016. G. Figura esculpida en hueso de 11,4 cm x 2 cm. Colección del Museo de Antropología, Historia y Arte de la Universidad de Puerto Rico. Imagen Arrom, J.J. 1975. H. Figura de barro de 5,8 cm x 4,5 cm. Colección del Museo de Antropología, Historia y Arte de la Universidad de Puerto Rico. Imagen Arrom, J.J. 1975.

Como ideas finales de este trabajo, destacamos que se lograron precisar aspectos del culto de Atabeira, confirmando en unos casos y refutando en otros los atributos que se le asignaban. Ahora poseemos una representación más exacta de cómo la concebían nuestros abórigenes y podemos utilizar este conocimiento en el estudio de la cultura aborigen y su legado.

Se hacen patentes las potencialidades del análisis lingüístico para esclarecer aspectos de la cultura aruaca insular.

Notas

  1. Portuondo Zúñiga, Olga. 2002. La Virgen de la Caridad del Cobre: Símbolo de cubanía. Agualarga Editores. Madrid.
  2. García Molina, José Antonio et. al. 2007. Huellas vivas del indocubano. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.
  3. Feijóo, Samuel. 1986. Mitología cubana. Editorial letras cubanas. La Habana.
  4. Marcheco-Teruel B, Parra EJ, Fuentes-Smith E, Salas A, Buttenschøn HN, et al. 2014. Cuba: Exploring the History of Admixture and the Genetic Basis of Pigmentation Using Autosomal and Uniparental Markers. PLoS Genet 10(7): e1004488. doi:10.1371/journal.pgen.1004488.
  5. Iha Rodríguez, Javier. 2021. El mito de Atabey: el folklor imaginario y evocación sonora. https://universoculturalcubano.wordpress.com/2021/09/08/el-mito-de-atabey-folklor-imaginario-y-evocación-sonora/.
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